El pasado sábado me acerqué por la mañana a las instalaciones de Meicende para presenciar el encuentro de Liga Infantil entre el Eiris y el Montañeros B. Aprovechando que ese día no tenía clases en la Escuela de Entrenadores quería ver en directo las evoluciones de estos dos equipos que están encuadrados en la misma liga que el equipo al que dirijo, el Infantil A del Silva SD.

En la primera jornada el Montañeros ya había goleado por 15-0 al Ciudad Jardín y el Eiris había caído 12-1 ante el Torre B. Con estos datos ya sabía que me iba a encontrar con un partido muy desigual y de una única dirección, como así fue.

Desde el primer minuto el "Monta" impuso su ley y encerró a su rival en el área. Al margen de practicar un fútbol combinativo muy vistoso los goles iban cayendo como churros y de mil formas diferentes: de balón parado, desde fuera del área, de remate de cabeza, tras una pared dentro del área,...No sé con cuánta ventaja llegó el equipo blanco al descanso, pues he de decir que pronto perdí la cuenta. Estaba asombrado de cómo jugaban aquellos niños y de cómo sufrían los niños del Eiris intentando achicar agua.

Tras el descanso, y con varios cambios de jugadores, la tónica del partido no cambió. Bueno si, los defensas empezaron a interactuar en el inicio de cada jugada (me imagino que sería una premisa del entrenador). Ahora los centrales y los laterales ya tocaban algún balón. Pero como toda acción tiene su reacción esto provocó que los chavales del Eiris adelantaran líneas,saliendo un poco de su guarida, apareciendo todavía más espacios a sus espaldas. Resultado: ya no había forma de achicar agua,el barco rojinegro se iba a pique.

Aquel partido de infantiles de una mañana agradable se convirtió con el paso de los minutos en un espectáculo bochornoso, en un esperpento. Yo, que me encontraba en el medio de grupos de padres de los chicos de los dos equipos, tenía que escuchar de todo. Por un lado los padres del Eiris pidiendo clemencia, un poco más de garra-violencia por parte de sus hijos y pidiendo la hora cuando aun faltaban 20 minutos. En el bando contrario, los padres del equipo ganador pidiendo a sus hijos que no durmieran el partido, que jugasen mirando para la portería contraria para conseguir el siguiente gol. Yo no sabía si reír o llorar. Resultado final: 0-25.

Al acabar el partido, mis chavales me preguntaron por el grupo de Whatsapp cómo había quedado el partido. Yo no sabía qué decirles, y al cabo de unos minutos respondí, pero les mentí. Les dije que el Montañeros había ganado por 14 o 15 goles de diferencia. Si ya de por si es un equipo que asusta, imaginaos si les digo que ganaron por 25 goles de diferencia. Evidentemente los chavales no son tontos y por la tarde ya se enteraron del resultado real.

Si a mi, como entrenador de un equipo neutral, me cuesta explicar a mis jugadores lo que pasó en ese partido, no me quiero imaginar la papeleta del entrenador del Eiris. ¿Cómo les explicas a los chicos la derrota? ¿Qué conclusiones puedes sacar? En fin, ¿qué aprendizaje? Aunque parezca mentira estas mismas preguntas se pueden aplicar para el equipo ganador, pues dudo mucho que los jugadores o el entrenador hayan sacado algo en limpio de este partido. Entonces, ¿a quién beneficia este resultado? A nadie.

Recuerdo como jugador en mi segundo año de alevín y de infantil que ganamos la liga con tanta superioridad que el 85% de los partidos acabaron con una diferencia de 15 goles o más a nuestro favor. Yo, que por aquel entonces era central, recuerdo aquellos dos años en el Imperátor como los más aburridos en mi etapa de formación. No me quiero imaginar lo que sentiría mi portero.

Reconozco que a todos nos gusta ganar, pero tenemos que ser conscientes del nivel en el que nos encontramos. Estamos hablando de fútbol base, una etapa formativa muy importante para el niño, no sólo a nivel futbolístico, sino a nivel educativo en general. Los entrenadores tenemos que ser los encargados de fomentar valores como el trabajo, la disciplina, el respeto por los demás, etc. Y esto tiene que verse reflejado tanto dentro como fuera del campo.

Al margen de la repercusión mediática ( http://www.lavozdegalicia.es/noticia/deportes/2016/10/04/25-0-agrada-/0003_201610G4P45991.htm ) que está teniendo la noticia, me quedo tranquilo porque sé de primera mano que esto no va a volver a suceder. Y lo sé porque al frente de la dirección deportiva del Montañeros está un buen amigo, al que conozco desde hace muchos años y al que tengo un gran aprecio, Pablo Fernández. Si algo caracteriza a este hombre, aparte de su valía tanto dentro como fuera de los campos, es su humildad. Estoy seguro que Pablo ha tomado nota de esto y no permitirá que vuelva a ocurrir nada parecido en ninguna de las categorías de fútbol base del club para el que trabaja. Me quedo muy tranquilo en ese sentido. Esto ha sido una lección que nos debe servir para todos los que trabajamos con niños. Debe quedar en una anécdota de la que todos debemos aprender.