Niños profesionales, posibles juguetes rotos

Hace unos cuantos días leía en la prensa los casos de dos niños de 13 y 14 años que jugaron partidos con jugadores profesionales de m...



Hace unos cuantos días leía en la prensa los casos de dos niños de 13 y 14 años que jugaron partidos con jugadores profesionales de mucha más edad. Karamoko Dembele y Mustafa Kapi son dos nombres que ahora mismo ya están en boca de todos los clubs punteros a nivel mundial. ¿Demasiado pronto? Me temo que si.

Dembele es un niño de origen africano que debutó con el equipo B del Celtic de Glasgow el pasado día 4 de Octubre. Este equipo filial está formado por chicos de hasta 20 años, que esperan la oportunidad para ser llamados para el primer equipo. Dembele no sólo debutó con ellos, sino que al día siguiente al partido formó parte de la sesión de entrenamiento de la primera plantilla del equipo escocés. Ante el revuelo suscitado, el director del fútbol base del Celtic, Chis McCart, declaró que "se le ha dado una oportunidad y eso indica la calidad que atesora, pero debemos continuar su desarrollo a un ritmo medio. Es crucial que no le empujemos." Lo único que hacen estas declaraciones es confundir al chico, a su entorno y a los aficionados del club católico. Vamos a ver, Chis McCart, el desarrollo del niño ya nunca va a ser medio, lo habéis empujado al precipicio. Dembele ha vivido unas experiencias impropias para su edad. No debería haber estado en ese sitio ni, mucho menos, en ese momento.

Éste no ha sido el único caso. Sólo unas horas después del empujón a Dembele, los responsables deportivos del Galatasaray hacían debutar a Mustafa Kapi, de 14 años, con el primer equipo en un partido amistoso. Otra aberración.


Yo no voy a poner en duda el talento de los niños, pero considero inapropiado y muy forzado el ascenso meteórico de los mismos. Seguramente tengan una exquisita percepción y habilidad, dos fundamentos básicos para ser jugadores de fútbol. ¿Y que hay de las capacidades condicionales? De las 4 capacidades fundamentales (resistencia, fuerza, velocidad y flexibilidad) la fuerza es, para mi, la más importante de todas para la práctica del fútbol. Si un jugador es suficientemente fuerte conseguirá potenciar las demás capacidades. Estos dos niños de 13 y 14 años no pueden tener los niveles de fuerza mínimos para jugar contra esos adversarios. No cumplen esa condición. Y no es culpa de ellos. Es una cuestión física, natural. Tienen la fuerza de un niño, no de un adulto. Amén de las grandes posibilidades que tienen de padecer graves lesiones a esas edades, su rendimiento siempre estará por debajo del nivel de sus compañeros. Podrán dejar un gesto técnico para el recuerdo, nada más.

¿Y a nivel emocional? Pues la aberración se hace todavía más grande. Estos niños tienen la obligación de soportar una presión impropia. Sus cerebros necesitan de estímulos acordes con su edad. Deben jugar con niños. Deben jugar para divertirse y para seguir formándose de cara al futuro. Si las cosas siguen saliendo bien tendrán su momento.

Todos hemos conocidos casos de niños que destacaban en edad alevín e infantil. Tanto que nos apostaríamos lo que fuera a que llegarían a la élite. Y nos hemos dado cuenta con el paso del tiempo de que habríamos perdido esa apuesta, porque los chavales se han ido apagando con el paso de los años. Los motivos pueden ser muy diversos. La competitividad se hace más fuerte cada año. La edad cadete y juvenil son, en mi opinión, muy indicativas del nivel que los chicos pueden alcanzar. Pero para llegar a estas categorías, los jóvenes jugadores deben ir quemando las etapas correspondientes.

Yo siempre digo que las categorías en el fútbol profesional están para algo y cada jugador suele jugar en la que le corresponde. Esto mismo se puede extrapolar al fútbol base. Como entrenador y responsable de Metodología puedo consentir que un niño suba un escalón y juegue con niños un año mayores. A partir de esta frontera todo me parecerá ilógico. Dejemos que la naturaleza vaya imponiéndose, que el niño vaya formándose y que, sobre todo, se divierta. Cuando con 14 o 15 años el fútbol deja de ser un juego para convertirse en algo mucho más serio algo estamos haciendo mal.

Los ejemplos de Dembele o Kapi no son los únicos que conocemos. Esto es una práctica muy habitual en Sudamérica. Kun Agüero, por ejemplo, debutó en Independiente (Argentina), con solo 15 años y hoy es un jugador top. Pero esto no es lo habitual. La precocidad en el fútbol puede conducir a un fracaso estrepitoso con su consecuente abandono prematuro de la élite futbolísitica. Ojalá que estos no sean los casos de Dembele y de Kapi.

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