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El fútbol entre rejas
febrero 21, 2017
Cuando cualquiera de nosotros habla de fútbol imagina un partido de los grandes, un estadio lleno de gente y una ocasión de levantar un trofeo importante. Esto no deja de ser más que el sueño de todo niño.
Sin embargo hay otro fútbol, el mayoritario, que se practica de forma amateur y por amor incondicional a este deporte. Este fútbol, alejado de los focos, es el que enseña a los protagonistas los verdaderos valores del deporte: unión, esfuerzo, compromiso, compañerismo, trabajo, y un largo etcétera.
Este verano pasado, cuando Pili Neira se hizo cargo de la presidencia del equipo de fútbol sala del Ventorrillo FS, me invitó a colaborar con ella. Aunque sabía que este año iba a invertir muchas horas en el fútbol (entre entrenamientos con el Silva SD y la Escuela de Entrenadores), si hay una persona a la que no le puedo negar nada, ésa es Pili Neira.
La idea de Pili era que ayudase en los entrenamientos de la base. Lo intentó de todas las maneras, pero el día dura 24 horas y no tengo tiempo a más. Así que me propuso echarle una mano en la directiva, y acepté con los ojos cerrados. A pesar de que no puedo destinar mucho tiempo al Ventorrillo hago todo lo que está en mi mano para ayudar.
Conozco bien a la "presi" y sabía que, además de los objetivos deportivos y económicos, se iba a proponer alcanzar algún objetivo social. Porque al margen de resultados y clasificaciones, a Pili le gusta ayudar a las personas. Así que después de una conversación con Montse, la psicóloga de la prisión de Teixeiro, nos propone llevar el fútbol sala a la cárcel. Mi primera reacción fue pensar para mis adentros: "esta tía está loca". Mi segundo pensamiento fue: "Pery, prepárate porque lo va a conseguir". Para quien no la conozca ya os lo digo de antemano: si hay una persona que consigue lo que se propone, ésa es Pilar Neira Martínez.
Gracias a la ayuda económica de la Fundación Emalcsa (más escasa de la que esperábamos) y tras varios meses de papeleos con permisos desde Madrid, iniciamos nuestra aventura. A pesar de que el objetivo inicial era formar dos equipos de fútbol sala,uno masculino y otro femenino, el dinero es insuficiente y decidimos decantarnos por las chicas. Así es como nace en Galicia el primer equipo de fútbol sala formado íntegramente por las reclusas de una prisión: Vento Teixeiro FSF.
Tras varias semanas de espera, por fin el jueves pasado nos dan luz verde para iniciar la actividad. Desde Coruña vamos Pili, Aníbal (compañero de directiva) y yo. Desde Santiago vienen dos chicas ligadas al deporte a las que no conozco de nada: Sela y Ángela. ¿Alguna vez habéis sentido "feeling" la primera vez que conocéis a alguien? A mi me ha pasado con estas dos chicas. El tiempo me dará la razón, no tengo duda.
Al llegar a la puerta de la prisión se forma dentro de mi una mezcla de sensaciones: incertidumbre, ilusión, curiosidad, respeto,...Al fin y al cabo yo nunca he estado en un sitio como éste. Después de identificarnos y de pasar por el arco de seguridad dejamos nuestras pertenencias en unas taquillas y empezamos a caminar. Voy mirando todo y escuchando todo. El sonido de las puertas correderas que se van cerrando a nuestro paso es tremendo.
Después de 10 minutos pasando filtros y puertas llegamos al módulo de chicas. Entramos en el comedor. Todas dejan sus conversaciones y partidas de parchís para girarse a mirarnos. Al fin y al cabo somos unos bichos raros caminando por su casa. Atravesamos el patio y nos vamos directamente a la biblioteca para tener la primera toma de contacto con ellas. Nos sentamos todos en una mesa. De un lado, los 5 bichos raros. Del otro lado, las chicas. Pili toma la palabra y les explica la actividad, los objetivos, los horarios,...Ellas escuchan y hacen preguntas, pero sobre todo sonríen. ¿Se puede sonreír en un sitio así?
Tras 15 minutos de explicación las chicas ven los balones y nos piden jugar un poco. Salimos al patio. No hay porterías. Sela y yo nos inventamos una portería a cada lado con petos tirados en el suelo.
Comenzamos a jugar con ellas. Cada minuto que pasa va desapareciendo mi sensación de respeto por el sitio. Ya no me siento un bicho raro. Sólo tengo ilusión por hacerlas sonreír. Así que me tiro los 30 minutos de partido bromeando con ellas. En ese momento no existen muros ni alambradas. Somos un grupo de amigos jugando en la calle.
Son casi las 8 de la tarde y suena la megafonía de la prisión que nos devuelve a la realidad. Las chicas tienen que irse al comedor para cenar. Vuelven los muros y las alambradas. Mentiría si dijese que no se hace dura la despedida. Hace una hora no las conocía. Ahora son mis amigas, mis compañeras de balón. Me da igual lo que hayan hecho en el pasado. Sólo quiero que llegue el siguiente día para jugar un rato con ellas.
* Me gustaría dedicar este texto a todos los medios de comunicación que se han hecho eco de la noticia, en especial a Pin y a Toni Silva: http://www.lavozdegalicia.es/noticia/deportes/2017/02/18/futbol-sala-entra-carcel/0003_201702G18P44997.htm
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