Yo y el fútbol sala. El comienzo de todo.

Todos los artículos que he escrito hasta ahora han girado en torno a nuestra pasión, en torno al fútbol. Hoy me vais a permitir que h...



Todos los artículos que he escrito hasta ahora han girado en torno a nuestra pasión, en torno al fútbol. Hoy me vais a permitir que haga una excepción y hable de otro deporte diferente: el fútbol sala. Recalco la frase "otro deporte" porque no considero al futsal una modalidad del fútbol, sino que cada vez veo que está más alejado del deporte rey. Poco tienen que ver el uno con el otro, excepto que las principales herramientas para jugar son los pies. Cualquier otro parecido es fruto de la casualidad.

Aunque nunca lo haya mencionado mi relación con el fútbol sala es más cercana de la que os pensáis. Hablo poco de este deporte porque mi amor de todo la vida ha sido el fútbol 11, pero por "herencia" podría haberme decantado por el balón pequeño. Os cuento rápidamente. Unos meses antes de nacer yo muere mi abuelo materno. Aparte de su pasión por el fútbol de Riazor, Antonio Díaz Pomares hace todo lo posible por introducir el fútbol sala en el noroeste español en los últimos años de su vida. A mediados de los años 70 monta un equipo con el nombre de su empresa, en el cual invierte mucho tiempo y dinero. A mayores, mantiene varias reuniones con otros empresarios de la ciudad, animándolos a que monten sus equipos y poder empezar a disputar partidos.

La idea cuaja en A Coruña. La gente se engancha a practicar aquel mini-fútbol y mi abuelo empieza a pensar que lo ideal es organizar una liga para poder jugar durante todo el año. El Ayuntamiento ayuda en lo que puede y aprueba la construcción de pabellones y pistas de fútbol sala. Después de muchos trámites la liga comienza y el equipo de mi abuelo, en el que juegan mi padre y mis tíos, lo gana todo. Durante esos años el Creaciones Artesanía es el que manda en las pistas de la ciudad y el "jefe" se convierte en el icono y en el máximo impulsor del fútbol sala en Galicia.

Todo da un giro el 20 de Enero de 1981, cuando mi abuelo Antonio fallece de forma súbita. El Creaciones Artesanía muere con él. Sin embargo, el fútbol sala no ha hecho más que comenzar a dar sus primeros pasos. Uno de los equipos contra el que competía el Creaciones fue el creado por Miguel Mosquera, empresario de prestigio de la ciudad al ser el dueño de la discoteca de moda: Chaston. Miguel siguió el legado de mi abuelo Antonio e hizo crecer a aquel equipo hasta límites insospechados. El Egasa Chaston pasó de jugar en la ciudad a hacerlo por toda Galicia. Miguel comenzó a invertir dinero para traer a los mejores jugadores de la zona, muchos de ellos con pasado en el fútbol 11.

Un año organizó un partido amistoso contra una selección de jugadores  de Brasil. Al acabar el partido los invitó a todos a una fiesta en su discoteca. Allí, en uno de los sofás de la mítica sala de fiestas, fichó a uno de los jugadores de aquel combinado carioca. Aquel futbolista, con pasado en equipos como Flamengo o River Plate, se convirtió en el primer jugador brasileño en jugar al fútbol sala en España.


Junto a Denis, los Castillo, Fito, Ramiro, Olaiz o Vituco empezaron a dar exhibiciones de juego fuera de las fronteras gallegas y consiguieron hacer de aquel equipo una leyenda de la que se guarda un grato recuerdo. Se convirtieron en el equipo referente del país, ganando la liga los años 85 y 86 y la Copa del Rey durante tres años seguidos: 86, 87 y 88. Sin apenas darse cuenta se habían convertido en el mejor equipo de España.

Con el Deportivo sumido en una profunda depresión en Segunda División, el Egasa Chaston llenaba el Palacio de los Deportes cada dos semanas. Mi padre me llevaba a ver los partidos y los jugadores me invitaban a bajar a la pista al acabar los partidos. Me tenían mucho cariño por ser el nieto de quien era. Todos los años, desde su fallecimiento, venían a la pista de los Salesianos a jugar el Memorial Antonio Díaz Pomares. Entregaban a mi madre un ramo de flores y nos hacían regalos a mi y a mi hermano. Nos sentaban a toda la familia en un reservado y un montón de gente venía por allí a hablar maravillas de mi abuelo.

Pasaron los años, el Memorial dejó de celebrarse y el Egasa Chaston comenzó su decadencia. El Deportivo volvió a la élite del fútbol y el futbol sala perdió toda la fuerza que traía y pasó a un segundo plano en la ciudad. Sin embargo en el resto de España comenzaron a hacerse las cosas bien a nivel organizativo y se creó una liga profesional. Las televisiones comenzaron a darle visibilidad al deporte y aficionados como yo nos quitábamos el gusanillo los sábados antes de comer.

Los clubs comenzaron a fomentar la práctica del fútbol sala en edades tempranas. Yo mismo, que a principios de los 90 me encontraba jugando en la base del Imperátor, jugué durante dos años a fútbol sala en el Breogán, club del mismo barrio y afiliado al de fútbol grande. En aquellas dos temporadas quedé de máximo goleador de la liga local, pero descubrí que aquel deporte no era para mi. Todo lo que hacía en la pista lo conseguía gracias a mi envergadura. Recibía la pelota, me giraba y le pegaba a puerta contra niños a los que le sacaba una cabeza. Aquello no tenía mérito. Mis carencias salían a relucir cuando salíamos de Coruña y competíamos contra chavales que sabían jugar a esto. Todo iba demasiado rápido para mi. Tenía que correr demasiado para defender. Aguantaba 3 minutos en la pista y salía muerto. Para un motor diésel como el mío aquello era demasiado, así que me olvidé por completo de practicar aquella tortura.

A pesar de eso mi afición por este deporte ha permanecido intacta. Me encanta verlo desde la barrera. Es algo espectacular. Dinámico, muy físico, técnico, con mucha carga táctica,... Es un deporte muy completo y muy complejo. A día de hoy me sigo sentando en el sofá de casa a ver los partidos los fines de semana. Echo la vista atrás y tengo "morriña" de los tiempos del Egasa Chaston. Ojalá algún día la gente se vuelva a movilizar para ir al Palacio de los Deportes a disfrutar de este espectáculo. Soñar es gratis.

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