Un clásico venido a menos

Esta pasada noche me tocó trasnochar junto a mi gran amigo "Tenre" para ver el clásico del fútbol sudamericano. Él es un apas...


Esta pasada noche me tocó trasnochar junto a mi gran amigo "Tenre" para ver el clásico del fútbol sudamericano. Él es un apasionado del fútbol, como yo. Es mi compañero de grada en Riazor. Y aunque percibimos el juego de forma similar, siempre abrimos debate en cada partido sobre una situación, sobre un jugador o sobre un entrenador. Es lo bonito del fútbol: cada uno tiene su opinión, y la información que te transmiten los demás (bien argumentada) puede llegar a hacerte abrir los ojos sobre aspectos que no logras ver por ti mismo.

Un Brasil-Argentina es siempre un partido atractivo. Al margen de los tintes históricos, es el encuentro de máxima rivalidad en Sudamérica. Sus selecciones están formadas por grandes jugadores y el espectáculo está asegurado...o no.

El entusiasmo del partido nos duró 10 minutos. No puedo describir la decepción al ver a estas dos selecciones rotas tácticamente desde el principio. No sé el motivo, pero desde el primer momento la estructura que se le debe suponer a cualquier equipo de fútbol profesional desapareció por completo. Los jugadores desocupaban constantemente su espacio en el campo (espacio que no era aprovechado por nadie) para aparecer tarde y mal en otro espacio dónde su influencia era inútil. Las ayudas llegaban tarde. Las transiciones eran lentas. Los repliegues pésimos,...¿qué estaba pasando?

Si tácticamente el partido dejaba mucho que desear, técnicamente me pareció uno de los peores partidos internacionales que yo recuerdo. Imprecisiones contínuas en los pases, en los controles, en las conducciones, en los despejes,...Y cuando digo esto me refiero a los dos equipos.

Lo único que tenía claro en mi guión y que finalmente se cumplió fue el tema del ritmo de juego. A pesar de ser dos selecciones plagadas de jugadores de grandes ligas europeas, el ritmo que acompaña a estos partidos no tiene nada que ver con el que estamos acostumbrados en Europa. Llama la atención ver a jugadores como Messi, Di María, Higuaín, Marcelo, Alves o Coutinho jugar a una velocidad infinitamente inferior a la que nos tienen acostumbrados.



Ante este panorama era evidente que el partido se iba a decantar por detalles, y así fue. Argentina empezó teniendo la posesión, intentando hacer grande el campo con Di María y Enzo Pérez, apareciendo Messi para recibir entre líneas e Higuaín fijando bien a la defensa. La posesión era para la albiceleste. Brasil aguantaba el empuje a base de un repliegue decentemente ordenado al borde del área y de constantes cortes de juego. Mientras tanto, Argentina estaba cómoda sin balón, pues la distancia de la defensa brasileña con los hombres de arriba era enorme una vez recuperaban la posesión. La sensación que transmitía el partido era que la selección argentina tenía todo bajo control y que sólo era cuestión de tiempo que llegase el gol.

El gol llegó, pero en la otra portería. Una rápida combinación entre Neymar y Coutinho propició que éste hiciera una buena conducción hacia dentro con un posterior golpeo perfecto a la escuadra. Argentina estaba tocada.

La tónica siguió siendo la misma hasta que una transición rapidísima con un buen pase de Gabriel Jesús a la espalda de la defensa argentina (pésimamente orientada) lo aprovechó Neymar para definir tranquilamente en el minuto 45. Argentina ya no estaba tocada, estaba hundida.

La segunda parte mostró lo mejor de Brasil y lo peor de Argentina. Los jugadores brasileños disponían de todo el tiempo del mundo para pensar y para lanzar ataques a una defensa sacada de un cómic. Irreconocibles jugadores como Funes Mori, Otamendi o Zabaleta. El equipo argentino sólo podía parar la avalancha canarinha a base de patadas de impotencia. Cayó el tercero, pero pudieron caer dos o tres más. Al partido le sobró una parte. El partido terminó con el gol de Neymar.

Para acabar quiero resaltar el juego del 10 de Brasil. Si me tengo que quedar con uno de los 28 jugadores que ayer jugaron me quedo con él. Neymar fue el único jugador que se pareció en gran medida al futbolista que nos tiene acostumbrados en Europa todas las semanas. Me encanta su personalidad, su juego vertical, su manera de fijar a los rivales dejándolos clavados con sus cambios de ritmos, con sus fintas y sus regates. Casi todas las decisiones que tomó ayer fueron acertadas. Neymar fue, para mi, el único "salvable" en un partido decepcionante.

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