La actitud es incuestionable

Soy de los que piensa que si quieres conseguir un objetivo en cualquier ámbito de la vida tienes que tener una buena actitud. Todas l...



Soy de los que piensa que si quieres conseguir un objetivo en cualquier ámbito de la vida tienes que tener una buena actitud. Todas las metas que cualquier humano se proponga son más fáciles de alcanzar si esa persona demuestra querer hacerlo. En el fútbol ocurre lo mismo.

Hay equipos que demuestran esta faceta en cada partido de cada fin de semana. Ocurre en todas las categorías. Pero la pregunta es: ¿la actitud se entrena?

Yo diferencio dos tipos de actitud: la actitud individual y la actitud colectiva. La primera es inherente a cada persona. Hay jugadores que comienzan a ser muy competitivos desde sus inicios y prolongan esta cualidad hasta que cuelgan las botas. Hay otros que van dando pasos firmes hacia delante gracias a su aptitud y con eso les llega para alcanzar grandes cosas. Éstos suelen ser futbolistas "elegidos", con una gran superioridad individual sobre compañeros y rivales. Hay un tercer grupo de jugadores que comienzan su carrera como los anteriores, pero que cuando coinciden en un equipo con un entrenador o con un grupo de compañeros que tienen impresa esta marca, ellos mismos se contagian y se convierten en jugadores muy buenos en la faceta actitudinal. Por último tenemos a los "comodones", como yo les llamo. Son jugadores que han conseguido llegar a la élite gracias a su buena predisposición, pero cuando se asientan, firman un buen contrato y todo les va rodado bajan su nivel de compromiso y simplemente se dejan llevar.

La actitud colectiva de la que hablábamos antes no es más que la suma de las actitudes individuales y aquí tiene mucho que decir el entrenador. Si tu tienes 25 jugadores en tu plantilla y sólo los 15 o 16 habituales tienen un alto nivel de compromiso algo estás haciendo mal. Como digo yo siempre, para mi son tan importantes los 11 que van a jugar el domingo como el resto de compañeros que se quedan fuera. ¿Sabéis por qué? Porque esos 11 saldrán al campo habiendo ganado el puesto a un compañero que le habrá puesto las cosas muy difíciles durante la semana. Aquí reside la dificultad. Es complicado mantener activo y alerta a jugadores que casi no cuentan. Pero no es imposible. Si tu consigues un bloque de futbolistas unido y con una buena predisposición puedes conseguir grandes cosas.

Al escribir sobre esto se me viene a la mente un equipo de Primera División que ha alcanzado muchos éxitos durante los últimos años y que se "ha colado" en la hegemonía de los dos grandes de siempre. El Atlético de Madrid de Cholo Simeone va sobrado de actitud. Pienso que es un entrenador que exprime a sus futbolistas hasta el límite, consiguiendo de todos ellos, sin excepción, un 110% de rendimiento, no sólo en los partidos, sino también en los entrenamientos. Y aquí reside una de las claves, porque yo soy de los que piensa que un equipo juega como entrena y sólo hay que ver una sesión del Atlético para darse cuenta.


Es más, me atrevo a decir que el Atlético sería un equipo de segundo nivel con otro entrenador, porque las aptitudes individuales de sus futbolistas no llegan para alcanzar las metas de los últimos años. Como él mismo explica en su libro "Creer", Simeone se vio obligado a dar el salto al banquillo de un día para otro. Por la noche se acostó siendo jugador y por la mañana se levantó siendo entrenador. Todos recordamos al Cholo futbolista. El fue de aquellos jugadores que nacieron con una buena actitud y colgaron las botas con el mismo nivel. A día de hoy él se encarga de transmitir a sus jugadores esa manera de entender el juego. Y lo hace de maravilla, por cierto.

Como dije al principio del artículo, la actitud es una cualidad de la que se habla semana tras semana. En mi opinión la gente se excusa mucho en la falta de actitud cuando las cosas no salen bien. Es muy habitual escuchar en la grada que tal equipo no gana o no juega bien al fútbol porque a los jugadores les falta actitud. Ésa es la disculpa fácil. El fútbol son más cosas. La falta de actitud nunca puede ser la única culpable de una derrota. Siempre intervienen más factores, quizás menos visibles, pero igual de importantes.

Por lo que a mi respecta, yo intento que mis jugadores tengan una buena actitud colectiva para competir, porque a pesar de estar en edad de formación, debo enseñarles a ponerle las cosas difíciles al contrario. Y eso lo trato de fomentar día a día. Pero hay veces que uno no está acertado. Este sábado pasado, por ejemplo, jugábamos contra un rival, en teoría, inferior. Mis jugadores salieron en la primera parte a pasearse y a ganar el partido sin despeinarse. Era la primera vez que los veía así. ¿De quién es la culpa? Evidentemente mía. Quizás no fui capaz de transmitirles en el vestuario la importancia del partido (aunque yo pensaba que si) y los chicos salieron con un exceso de relajación.

Al descanso, con 1-0 a favor, les pregunté su opinión sobre lo que estaban haciendo. Después de escucharlos les transmití lo que yo pensaba. Quizás con más vehemencia de la que nunca vieron en mi. A los 5 minutos de la segunda parte ya ganábamos 4-0. Les había tocado la fibra, la tecla que necesitaban para activarse. Tanto que no celebraron ninguno de los 7 goles que metieron en la segunda parte. Estaban enfadados por mis palabras, pero sobre todo por lo que habían hecho antes del descanso. Al acabar el partido no les felicité por el esfuerzo, como siempre hice hasta ahora, a pesar del resultado. No se lo merecían. Y yo tampoco, por supuesto.

Un gran entrenador y profesor de la Escuela de Entrenadores, al que le guardo un gran cariño y admiración, Fran Varela, me dijo en su día que una de las bases del éxito de sus equipos residía en una fórmula compuesta por 3 iniciales: O.D.A., en la que la "A" representaba la palabra Actitud. Yo sé lo que significan las otras siglas, pero no os lo voy a desvelar porque no es de mi cosecha. Esta fórmula es la base para conseguir grandes cosas y la tengo presente en cada entrenamiento y en cada partido, pues soy el responsable último de que los chicos tengan, entre otras cualidades, una buena actitud.

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