Ronaldinho, la sonrisa del fútbol

Si me tengo que quedar con un  jugador que ha marcado mis años de juventud, no ya de infancia, sería difícil, porque tendría una larg...



Si me tengo que quedar con un  jugador que ha marcado mis años de juventud, no ya de infancia, sería difícil, porque tendría una larga lista de futbolistas para elegir, y no sabría por quién decantarme. Lo que sí tendría claro es que en las primeras posiciones de esa lista estaría el que, para mi, fue el mejor jugador del mundo durante unos pocos años: Ronaldinho de Assis Moreira.

Hablo con seguridad, y creo no equivocarme, cuando digo que Ronaldinho aportó a la Liga española esa magia de la que tan huérfana estaba en los primeros años del nuevo milenio. Lamentablemente, y como todos los aficionados al fútbol sabéis, la historia de Dinho tiene muchas similitudes a la leyenda del Doctor Jekyll y Míster Hyde. Pero no sería justo para él ni para este deporte describir el tempranero ocaso de un futbolista que podría haber tenido la oportunidad de tener un sitio entre los más grandes de la historia. Siempre se dice que lo difícil no es llegar, sino mantenerse, y el ejemplo más claro lo tenemos con Ronaldinho. Él llegó al Fútbol Club Barcelona y tocó el cielo, pero no supo mantenerse en el Olímpo de los Dioses.

Hace unos días me hicieron una entrevista y me preguntaron qué necesitaba un joven jugador para poder llegar a ser un profesional. Aparte de mucho trabajo, sacrificio, condiciones y suerte, dije que siempre es importante saber rodearse de la gente adecuada, ya que muchas veces los agentes externos conducen al deportista hacia el vacío. Y esto creo que fue lo que pasó con el jugador brasileño. Es una pena ver cómo una estrella se va apagando poco a poco hasta casi desaparecer. Del cielo a la mediocridad. De ahí a los banquillos. De los banquillos a clubs humildes en busca de la resurrección. Y de ahí a la retirada.

Sin embargo la huella del 10 del Barça es prolongada y la memoria del fútbol ha sido justa por una vez en la historia. Hace apenas unas semanas, el club azulgrana anunciaba que Dinho había sido llamado para firmar un contrato y ejercer las labores de embajador. No conozco el rol desempeñado por un embajador, pero me imagino que el club quiso tener una muestra de afecto hacia su primer ídolo del siglo XXI.

Porque antes de la "era Guardiola", antes de la irrupción de Leo Messi, antes de los famosos tripletes y sextete,.. hubo un jugador que aportó al Barcelona unos años inolvidables y lo ayudó a salir de la cueva, consiguiendo 2 ligas y, sobre todo, la tan ansiada Champions League del 2006 de París ante el Arsenal. Después de 14 años sin conseguir el principal trofeo europeo, Ronaldinho volvía a revivir la leyenda de Wembley junto a jugadores de la talla de Deco, Giuly o Samuel Eto´o. Aquí empezó la resurrección del Fútbol Club Barcelona a nivel continental.


Para los chavales jóvenes que no lo vieron jugar les diría que Ronaldinho es sinónimo de MAGIA. Su primer gol en el Barça, ante el Sevilla (un partido que comenzó un día y acabó al día siguiente) fue sólo su carta de presentación, una muestra de lo que estaba dispuesto a ofrecer. Jugador salido de las calles de Porto Alegre, Ronnie se caracterizaba por su verticalidad, su visión de juego, su golpeo de balón,... pero sobre todo por su habilidad técnica. En cada partido dejaba una pincelada para el recuerdo: un regate, un sombrero, un control con la espalda, etc. Hacía lo que quería con el balón. Él no jugaba en función del balón. El balón jugaba en función de él. Taconazos, bicicletas, chilenas,... Era capaz de todo en cualquier momento y en cualquier espacio del terreno de juego. Los rivales lo intentaban arrinconar en la banda y él conseguía salir de la encerrona una y otra vez. En carrera o en estático. Le daba igual.

En el fútbol actual veo a jugadores que están más pendientes de hacer un taconazo o una lambreta para la cámara que de buscar la efectividad. Estos jugadores tienden a utilizar estos recursos con un marcador a favor y en muchas ocasiones no consiguen su objetivo de dejar anulado a su par. ¿Para qué vale un sombrero o una "cola de vaca" si no soy capaz de desprenderme del marcaje de mi rival? Ya os lo digo yo: no vale para nada. Bueno sí, para salir en los programas pseudodeportivos de la televisión. A todos estos jugadores habilidosos de hoy les propongo que se pongan el Youtube y busquen "Ronaldinho". Si son inteligentes aprenderán que la habilidad y los recursos técnicos, que tanto nos enfadan a los entrenadores, no son negativos. Son buenos si son efectivos.


¿Y cómo hacía todo esto Ronaldinho? Con una sonrisa en la cara. Es difícil encontrar una foto del futbolista en la que no salga sonriendo. Sonreía al salir por el túnel de vestuarios. Sonreía al hacer un regate. Sonreía al fallar una ocasión clara de gol. Sonreía cuando le daban una patada. En fin, sonreía porque se divertía jugando. La mayoría de los futbolistas profesionales juegan, pero no se divierten. Aparte del lenguaje verbal, todos los humanos tenemos un lenguaje corporal. Si tú analizas las caras y expresiones de los jugadores en un partido verás rostros de tensión, de preocupación, de concentración,... Ni rastro de una sonrisa.

Él no. Él era feliz en un campo de fútbol. Era como estar en las calles de Porto Alegre con sus amigos de la infancia. Le daba igual el partido, el campo y el rival. Él seguía sonriendo. Esta manera de expresarse y de contagiar a propios y extraños con su fútbol hizo que muchos nos engancháramos a su forma de entender este deporte. Imposible olvidar la imagen del Bernabéu aplaudiendo a Ronaldinho después de una exhibición en el campo de su máximo rival.

Cuando un jugador es muy bueno se dice que merece la pena pagar una entrada para verlo jugar en directo. A mi me "enamoró" tanto el talento del brasileño que no me llegaba con verlo en el campo una vez al año. Así que durante esos años me fui dos veces a Barcelona para verlo en el Camp Nou. No soy del Barcelona. Era de Ronaldinho. Y por su magia era capaz de pagar una entrada, un vuelo de ida y vuelta y una noche de hotel. Mi familia y mis amigos me decían que estaba loco. Es verdad, estaba loco por su fútbol.

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