El fútbol y las redes sociales

Como todo el mundo sabe, aunque no siempre somos conscientes, vivimos en un mundo invadido por la tecnología. Todo lo que nos rodea t...



Como todo el mundo sabe, aunque no siempre somos conscientes, vivimos en un mundo invadido por la tecnología. Todo lo que nos rodea tiene relación con Internet, ese mundo virtual que se abrió delante de nosotros como un sitio lleno de oportunidades, de progreso y evolución. Para los que ya tenemos una cierta edad todavía recordamos ese mundo analógico de los 80 y 90 y, en cierta medida, lo extrañamos con tintes nostálgicos. La clave para poder sobrevivir a ese pensamiento de que cualquier tiempo pasado fue mejor es evitar la comparación. Ni aquella vida era mejor, ni la actual es mejor. Simplemente son diferentes.

A día de hoy el nivel de dependencia que tenemos en torno a la Red, bien a través de ordenadores, tablets o smartphones, es tan elevado que sólo somos conscientes de ello cuando se nos impide el acceso al paraíso cibernético. Por ejemplo cuando nos encontramos en un país extranjero, como fue en mi caso la semana pasada, hacemos lo posible para intentar conseguir la mejor señal de wi-fi durante unos minutos para poder conectarnos con el mundo. Y sino consigues la señal te empiezas a poner nervioso. En mi caso particular solamente utilicé la aplicación de Whatsapp para temas de trabajo puntuales relacionados con el fútbol. Sobre el resto no quise saber nada. Podría haber comenzado la 3ª Guerra Mundial que yo hubiese seguido mi vida tan tranquilo entre las ovejas y las vacas de las highlands escocesas sin preocuparme lo más mínimo.

En medio de una semana de reflexión y desconexión casi total me encuentro de bruces con una información de actualidad que hoy os quiero traer al blog (que también tuvo su merecida semana de descanso). Resulta que tras el partido Deportivo-Real Madrid, en el que el equipo blanco se impuso a los gallegos por un contundente 2-6, dos jugadores blanquiazules (Joselu y Guilherme) tuvieron la "brillante" idea de darle al botón de "me gusta" a unas fotos subidas a Instagram por sus colegas del equipo rival esa noche celebrando los goles.

Yo, que me encontraba a unos 2.000 kms de Coruña en ese momento, me iba enterando de lo sucedido por lo que me iban contando mis amigos. A pesar de mi propósito de desconexión, los "pantallazos" llegaban a mi móvil de forma contínua, mientras me resumían el pobre partido que tuvo que soportar el aficionado deportivista. No voy a entrar a valorar el encuentro en sí porque no lo vi, pero, al parecer, la actitud mostrada por los jugadores quedó en entredicho.


Desde ese momento intento meterme en la cabeza de esos futbolistas y me pongo en su situación. Reflexiono: juego un partido vital contra un rival importante. Mis compañeros y yo hacemos un mal encuentro, por los motivos que sean. Perdemos 2-6, un resultado muy abultado en fútbol profesional. La afición expresa su malestar. Llego a casa y me quiero entretener con las redes sociales. No se me ocurre mejor idea que cliquear a las fotos de los jugadores que me acaban de "humillar" deportivamente, dándoles mi aprobación.

Después de este ejercicio de reflexión y empatía que acabo de hacer sigo sin entender el fin o el objetivo que buscaban jugadores como Joselu o Guilherme. Me imagino que simplemente estaban interactuando, como hacemos todos en las RRSS. Pero no era el momento adecuado de hacerlo y deberían de saberlo. Ya no porque su imagen pueda quedar dañada, sino por los miles de socios y simpatizantes del Club que puedan sentirse ofendidos. Estoy seguro que ni ellos mismos pensaron en la repercusión que ese simple clic iba a tener. De haberlo sabido no hubieran cometido ese error. Pero esto es Internet y todas las acciones corren como la pólvora, para bien o para mal.

A las pocas horas del pecado de Joselu, la afición del Dépor comenzó a pedir su cabeza, solicitando públicamente que no le dejasen vestir más esa camiseta. Al día siguiente el Club anuncia que Joselu sufre una lesión en la zona del talón de Aquiles que le obligará a perderse lo que resta de temporada. ¿Lesión real o cortina de humo? Nunca se sabrá.

Hablando del tema con Tomás, mi socio del blog y experto en redes sociales, llegamos a la conclusión en un pub de Edimburgo de que los clubs profesionales deben hacer algo al respecto. Así como en multitud de empresas los empleados son vigilados respecto a sus movimientos en RRSS, los clubs de fútbol deben tener control sobre dicho aspecto. Con más razón cuando se trata de un personaje público, como es el de un jugador de fútbol hoy en día. No debemos olvidar que un futbolista profesional sigue siendo un deportista profesional fuera de sus horas de entrenamiento o partido. Así, del mismo modo que existen normas de Régimen Interno sobre hábitos de vida saludables que deben de cumplir, no estaría de más que existiesen normas sobre el uso de las redes sociales.

Desgraciadamente ya son habituales y nos hemos acostumbrado a las fotos después de los partidos de fútbol, con los personajes mostrando los golpes de la "batalla", posando con algún compañero cuál guerreros o enseñando el último tatuaje de sus brazos. Por no hablar ya de las salidas de tono habituales en formas de posts picando al eterno rival. Ahí están los ejemplos interminables de Ramos y Piqué. Hacen gracia, pero empiezan a cansar.

A día de hoy ya no se juega un partido sin más. Hay un partido con su correspondiente post-partido en redes. Entre pintas de Guinness nos imaginábamos Tomás y yo lo bonito que debería ser un tercer tiempo como el que existe en el rugby. Sería algo ideal, pero imposible en la cultura del fútbol.


Ya que no podemos alcanzar el nivel de respeto a los valores del deporte que existe en otras disciplinas, al menos tengamos cuidado con nuestras publicaciones. Al margen de los casos de futbolistas profesionales, tenemos de cerca el ejemplo de Julio Rey, actual jugador del Arosa, de la Tercera División gallega, que vio como en el verano del 2015 el Real Club Deportivo decidía romper unilateralmente el acuerdo con el futbolista, apenas unas horas después de haber firmado. La causa: la publicación de comentarios hirientes hacia la entidad deportiva en su cuenta personal de Twitter años atrás, cuando todavía era un jugador juvenil (http://www.marca.com/2015/07/21/futbol/equipos/deportivo/1437480173.html).

Sin ir más lejos, este año me ha tocado vivir en mis propias carnes el perjuicio de un uso nocivo de las RRSS. Un jugador de mi equipo infantil del Silva, de tan solo 13 años, se despachó a gusto contra mi persona tras un partido en el que perdimos de forma inesperada. Un jugador que había jugado todos los minutos de liga y del que no había tenido ninguna queja en lo que llevábamos de temporada tuvo un error garrafal al desahogarse públicamente en su cuenta de Instagram. Tras la publicación, y en una reunión con el coordinador de fútbol base, decidimos dar la baja federativa al chico. Ya sabemos que es sólo un niño y que simplemente cometió un error, pero toda acción debe tener su consecuencia, y en este caso el castigo debía de ser firme y ejemplarizante para todas las categorías de fútbol base. ¿Qué ocurriría si dejáramos la acción sin castigar? Pues que no estaríamos FORMANDO personas, que al fin y al cabo es de lo que se trata.

Por todo ello me gustaría invitaros a todos los que nos dedicamos a este mundillo (en mayor o menor nivel) a que tengamos mucho cuidado con el uso de las redes sociales. Está muy bien que las utilicemos, pero siempre con la cabeza fría y con las pulsaciones bajas. Es la mejor manera de no cometer errores.

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