La frustración como compañera de viaje

Que el fútbol es un estado de ánimo es una afirmación tan recurrente como cierta. Estamos acostumbrados a escuchar esa frase en boca ...




Que el fútbol es un estado de ánimo es una afirmación tan recurrente como cierta. Estamos acostumbrados a escuchar esa frase en boca de los futbolistas y entrenadores para tratar de explicar la buena o la mala dinámica que tienen sus equipos en un determinado momento. Cuando el equipo obtiene buenos resultados cada fin de semana todo fluye en armonía. Los entrenamientos tienen un buen nivel competitivo y el ambiente en el día a día es inmejorable. Este estado de ánimo provocará, en alguna ocasión, que el equipo gane con la ley del mínimo esfuerzo, incluso en ocasiones sin merecerlo. Es habitual ver todos los años, en cualquier categoría, como un equipo parece que gana por inercia.

Podemos extrapolar el ejemplo de los equipos a los casos particulares. Todos hemos oído hablar de las rachas de los delanteros, que son aquellos períodos de tiempo en los que el atacante de referencia de un equipo mete goles como churros, incluso con el culo si hace falta. Da igual el partido que haya hecho que el jugador acabará metiendo algún gol. En muchas ocasiones, decisivo.

Tanto en el caso colectivo de un equipo como en el particular de un jugador hablamos de dinámicas. Nada es eterno. Todo lo bueno que se estaba consiguiendo puede verse truncado en apenas unos días. Del cielo al infierno por la vía rápida. ¿Por qué? Porque nos hemos vuelto tremendamente resultadistas. Ahora importa menos el cómo y mucho más el qué.

El fútbol se parece, cada día más, a una empresa. Da igual cómo pero los números al final de la semana tienen que salir. Parece que nos hemos olvidado que ésto es un deporte de oposición y en el campo hay otro equipo dispuesto a lo mismo que tú. En el fútbol actual existe, como dice Guardiola, una "bulimia de victorias" que nos impide disfrutar de las mismas cuando éstas llegan, pues inmediatamente nos ponemos a pensar en la siguiente y queremos otra y otra... Y nunca conseguimos saciarnos.

El problema aparece cuando no se consiguen alcanzar las metas o los objetivos propuestos y llega la tan temida frustración. Dicho sentimiento ha sido analizado por sociólogos y psicólogos desde los años 40 del siglo pasado. Se ha trabajado mucho en este ámbito y se sigue tratando de mejorar gracias a muchos avances y estudios sobre la materia.

Uno de los avances tiene que ver con la figura del psicólogo deportivo, que ha ido cogiendo fuerza hasta instalarse en todos los equipos de élite. Estos profesionales tienen las herramientas adecuadas para afrontar la frustración de los futbolistas y los ayudan a gestionarla de la mejor manera posible. En el caso de no hacerlo el problema se agudiza y el deportista puede llegar a presentar cuadros de estrés, ansiedad e incluso depresión.

La frustración en el deporte es algo habitual. El hecho de competir supone de forma implícita la posibilidad de ganar y perder. Es precisamente aquí, en la derrota, donde debemos detenernos para sacar el máximo rendimiento y nuestro mejor aprendizaje. La psicología diferencia, en este punto, dos tipos de "locus de control":

- locus de control externo: el deportista atribuye sus derrotas a elementos ajenos a él.

- locus de control interno: el deportista busca la causa de las derrotas en si mismo.

Aprender a tolerar la frustración no es un trabajo fácil. Requiere de mucho esfuerzo y, sobre todo, de mucho tiempo. Es imprescindible en este proceso el trabajo en las etapas de formación del futbolista. La decepción por la derrota debe formar parte del desarrollo de todo individuo. Lo esencial no es sobrellevarla, sino experimentarla cuando se desarrolle, como emoción que es, y a continuación, superarla.


Es primordial que los jóvenes sean capaces de entender los errores como oportunidades de enseñanza. Una inteligencia emocional poco desarrollada no permite superar el sentimiento inicial de frustración y la persona acaba por desarrollar conductas agresivo-pasivas que no ayudan a mejorar ni a lograr más bienestar. Al contrario, provoca un círculo vicioso de difícil salida.

Esta misma semana el jugador de la primera plantilla del F.C. Barcelona, André Gomes, ha hecho unas declaraciones impactantes sobre su situación deportiva en los últimos tiempos y cómo ésta le condiciona en su vida fuera de los campos de fútbol. Es habitual que los futbolista de élite como él se sientan frustrados y, en consecuencia, bloqueados. Lo que no es normal es que el futbolista en cuestión lo reconozca de forma tan abierta y para todos los públicos. Ian Maynard, psicólogo del Deporte de la Universidad de Sheffield Hallam (Reino Unido) asegura que "los jugadores no están acostumbrados a manifestar sus emociones, ya que consideran que ello podría generarles problemas durante la competición y, por este motivo, tienden a ser cerrados y a mostrar la imagen de tipos duros."

Desde aquí le damos la enhorabuena al jugador portugués por su valentía para acercarnos y hacernos partícipes de su realidad. Sin pretenderlo André Gomes le ha hecho un  gran favor al fútbol. Sus palabras han servido para eliminar tabús y para humanizar el mundo de locos en el que se está convirtiendo el fútbol profesional.

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