Va por ti mi hermano

Tengo tantas cosas que contar. La última vez que escribí hacía un sol radiante y las playas estaban atestadas de gente. Hoy, casi cin...



Tengo tantas cosas que contar. La última vez que escribí hacía un sol radiante y las playas estaban atestadas de gente. Hoy, casi cinco meses después, estamos inmersos en la vorágine que suponen siempre las fiestas de Navidad. Y en este periodo de tiempo mi vida ha cambiado. Vaya si ha cambiado...

Una de las razones principales por las que decidí apostar por el Sporting Sada cuando su director deportivo llamó a mi puerta fue porque quería estar más cerca de mi familia. Los tres entrenamientos por semana eran la excusa perfecta para poder pasar tiempo con mi madre y con mi hermano. Tras 30 años peleando con su enfermedad sabía que a Jorge se le agotaba el tiempo. Quería estar junto a él en sus últimas vivencias para que mi cabeza quedara inundada de fuertes recuerdos. De esos que no se borran y permanecen con el paso de los años.

A pesar de estar concienciado uno nunca está preparado para lo que viene. Cuando a mediados de Septiembre la cosa se agrava mi situación cambia por completo. Ya no físicamente sino sobre todo psicológicamente estoy al 100% en el sillón al lado de la cama de ese hospital en el que tantos días de mi vida he pasado. Sólo abandono el puesto de mando por un motivo: acudir a los entrenamientos y a los partidos con mi equipo. Me viene bien salir de aquel zulo por unas horas. Dejar a un lado las inyecciones de morfina y preocuparme solamente por el balón. A día de hoy todavía no sé de donde saqué las fuerzas para hacerlo, pero lo hice. No les dije nada a los chicos hasta que no me quedó más remedio y les solté la bomba: mi hermano se estaba muriendo.

Si algún día os veis en una situación similar plantearos si realmente merece la pena. Junto con mi hermano el equipo también languidece. Es lo normal. No soy capaz de dirigir el destino de mi vida como para llevar a buen puerto un equipo de fútbol. En aquellos momentos ni estoy ni se me espera.

Fueron unas semanas duras. Durísimas. Cinco derrotas consecutivas sin avistar ni un ápice de reacción. Pensé en tirar la toalla en alguna ocasión. Mi mujer me convenció de lo contrario. Hubiera sido lo más fácil, pero seguramente no hubiera sido lo correcto. La gente no entiende de problemas personales y es lo más lógico pues estos deben de quedarse en la puerta del campo. La gente opina independientemente de lo que te estés jugando en la vida real. El principal culpable de aquella situación era yo y no era capaz de revertirla.

Tras la quinta derrota mi hermano se gira en la cama y me saca el tema del fútbol. Me pide que me centre en lo que estoy metido. Le preocupa mi preocupación. Le frustra que no disfrute de lo que estoy haciendo. Me pide que esa semana vaya con toda las energías a entrenar y que me las apañe para ganar el siguiente partido.

Es sábado y nuestro Dépor juega en Riazor. Ponemos la televisión del hospital a todo trapo. Celebramos los dos goles ante el Reus. Al acabar el partido Jorge se gira y me dice: "éste ya está, a ver que haces tú mañana..." Desde el primer día que me senté en un banquillo mi familia juega dos partidos cada fin de semana: el del Dépor y el de mi equipo.

El domingo suena el teléfono. La cosa no marcha bien. Sopeso si ir al partido o ir directo al hospital. Recuerdo la conversación que tuve con él hace unos días y me voy al campo con un disfraz de energía encima, como si nada estuviera pasando. Acaba el partido. Ganamos 2-1. Miro el teléfono para avisar de que salgo para el hospital. Tengo un whatsapp de Jorge. Sin  apenas fuerza para hablar me manda un audio: "Enhorabuena Perico. Así si." Lo escucho y me derrumbo.

Aquella fue nuestra última conversación sobre fútbol. A los 4 días mi hermano se va para siempre. Vivo uno de los peores momentos de mi vida. No tengo fuerza para seguir entrenando. El apoyo del Club, de la junta directiva, de Andrés Pena (director deportivo), de Álex Vázquez (mano derecha en el banquillo) y de una buena parte de los jugadores resulta fundamental y me dan la fuerza necesaria para sentarme en un banquillo 3 días después. Pero sin duda el principal culpable es mi hermano y el legado que dejó en mi. Tengo que hacerlo por él.

Hoy, dos meses después de vivir todo aquello, me siento satisfecho y orgulloso de la decisión de tirar hacia delante. Recién acabada la primera vuelta hemos conseguido el objetivo que me propuse en verano. Con sangre, sudor y lágrimas. Queda mucho trabajo por hacer. Entre otras cosas tengo que volver a disfrutar del fútbol como él me pidió. Me gustaría que él estuviese aquí para poder ayudarme a hacerlo, pero siempre me quedará su recuerdo.

Echo la vista atrás y me regocijo en mi primer imagen "futbolera" junto a él. Nos veo a los dos jugando con una lata vacía en el cemento de la grada de Preferencia Inferior en el descanso de un Dépor-Sestao. Eran los años 80 y a Riazor íbamos "cuatro gatos". Desde entonces hasta hoy he vivido de todo:
- las capas de ropa que nos ponía papá en las tardes en las que soplaba el nordeste desde el Palacio de los Deportes
- viajes eternos a los campos de Lasesarre, Viejo Tartiere, Las Gaunas,...
- la locura con caída incluída en el gol de Vicente en el último minuto que nos salva de bajar a Segunda B
- el penalti a Alvelo y los "palos" de la Policía Nacional en la grada de General
- lo que nos acordamos de la familia de un árbitro llamado Soriano Aladrén en un partido de vuelta en semis de Copa ante el Valladolid
- los ascensos frustrados ante Rayo Vallecano y Tenerife cuando dábamos por hecho que estábamos en Primera
- las prisas para volver del colegio al mediodía y escuchar el programa de José Gerardo Fernández
- un ascenso ante el Murcia con un Riazor en llamas. Yo quería bajar al césped por miedo a quemarme
- aquella noche de transistor escuchando el partido de vuelta de la promoción ante el Betis con papá fugado de casa a punto de infartar
- nuestros bocatas gigantes y la compra de almohadillas para tirarlas al campo en caso de que el resultado no fuese el que queríamos
- aquel día en el que fuimos a la sede del Club a renovar los abonos y llegó a las oficinas un jugador brasileño recién aterrizado de nombre Mauro y apellido Silva
- las primeras victorias al Madrid y al Barça
- el penalti de Djukic y mi previsión de "lo va a fallar"
- el viaje a la final de Copa del diluvio universal del 95. Nunca nos mojamos como aquel día
- el baño en la playa de Gandarío tras conquistar nuestra Liga
- la llamada tras pitar el árbitro el final en el famoso "centenariazo"
- las noches mágicas de Europa en las que pasábamos el día esperando ver a nuestro equipo ante un grande
- el sonido de la pierna de Manuel Pablo
- las lágrimas de los descensos
- los abrazos interminables para celebrar contigo y con papá los goles o las victorias
-.......

Hoy ya no os tengo a ninguno de los dos. En apenas dos años y medio me habéis dejado huérfano para ver los partidos. Dice la canción del centenario que "el camino a mi estadio es el más bonito del mundo". Ahora ya no. Apenas he vuelto a ver el Dépor en directo. Me cuesta mucho ir. Cuando entro todavía miro a los asientos de Preferencia en los que tantas cosas hemos vivido. No os encuentro. Bofetada de realidad.

Seguramente recupere el hábito de ir al estadio. Quizás lo haga con mi hijo para que cuando yo también me vaya él pueda recordar que fue feliz en un campo de fútbol.

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2 comentarios

  1. Ánimo Peri!
    Son preciosas palabras...
    Es muy triste lo que te ha pasado,pero por lo que cuentas creo que deberías (cuando pase tu duelo)crear algo similar con tu niño y contarle toooodas las anécdotas cada domingo,mil veces hasta que las sepa de memoria, y en su memoria queden grabadas como en la tuya.
    Yo no conocí a mi abuelo ni a algún miembro importante de mi familia pero de tanto escuchar sus historias,he crecido con la sensación de conocerles e incluso a veces dudo por segundos si las imágenes que creé en mi mente desde pequeña,tan reales.. las viví o las imaginé.
    Siempre han estado en mi corazón y en mi vida como si les hubiese conocido...
    Tu nene si les conoció pero es tan pequeñito que tal vez le pase esto también y es chulo!
    Ahí te lo dejo!
    Un abrazo muy fuerte!

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    1. Muchas gracias por tus palabras Cristina, las tendré en cuenta. Como tu bien dices intentaré bombardear al niño de anécdotas como hicieron contigo y como hicieron conmigo en el caso de mi abuelo, al que tampoco llegué a conocer. Es lo que nos llevamos.
      Un placer haber hablado contigo.
      Un abrazo grande!

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