Te quiero Diego
noviembre 26, 2020Sin más tiempo que perder abro Google cruzando los dedos para desear que sea una broma, una más sobre el astro argentino. Bofetada con la mano abierta. Maradona acaba de fallecer. Es la primera vez que siento un vacío tan grande por alguien al que no conozco. Leo y vuelvo a releer porque no me lo quiero creer. ¡Maradona no puede morirse joder!
Tras varios minutos inmóvil con el teléfono en la mano reacciono a la llamada de mi hijo.
- "Papá vamos a merendar que quiero volver a entrenar de portero."
Bajo las escaleras y me encuentro a mi mujer y a mi hijo. Algo pasa con mi cara.
- "¿Qué pasa papá?" preguntan casi al mismo tiempo.
- "Ha muerto Maradona" contesto.
- "¿Ese que era tan bueno jugando al fútbol?"
- "Ese mismo, hijo."
Dicen los que saben de la vida que siempre debemos mirar al presente con perspectiva de futuro y olvidándonos del pasado. Yo debo de ser un imberbe en esto de la vida porque a mi me encanta recordar el pasado, sobre todo las cosas buenas y que me hicieron feliz, y Diego ayudó en eso. Él fue, sin duda, uno de los jugadores que más influyeron en mi pasión desmesurada por el fútbol. Y no lo tenía fácil pues en mi casa mi padre no le tiraba flores precisamente. Yo creo que su animadversión venía desde aquella final de Copa del Rey entre Barça y Athletic en el que la cosa acabó con tangana monumental, Maradona despidiéndose a golpes del club azulgrana y yo enviado a la cama de forma abrupta para no ver aquel espectáculo dantesco.
Aquel fue el primer recuerdo consciente que tuve de Maradona. En aquella época la liga italiana era la más fuerte del mundo. El dinero estaba allí y todas las estrellas del fútbol mundial acababan en el Calcio. Para mi fortuna TVE siempre emitía algún partido de la liga italiana y resúmenes, muchos resúmenes. Así que casi a escondidas de mi padre pude ver el desembarco de Diego en aquel equipo de "medio pelo" del sur del país. No me malinterpretéis, pero hasta la llegada del 10 el Nápoles solamente había ganado un par de Copas de Italia. Con él en el campo, el Club se convierte en una referencia no sólo en el país sino en todo el continente.
Por el medio de aquello Maradona ganó un Mundial y casi gana otro. El Estadio Azteca es la catedral de la mejor obra del Pelusa, el momento más glorioso de su carrera. Todo lo que rodeó a aquel campeonato y a Diego en aquel mes de Junio del 86 fue épico y se quedó en las retinas de todos nosotros: la mano de Dios, el gol del siglo, la final ante Alemania,... Desde aquel día en el que el Barrilete Cósmico levanta el trofeo más bonito del mundo y sale a hombros del Estadio todos los niños quisimos ser como él. Todos hemos intentado reproducir aquel gol a Inglaterra, todos hemos intentado hacer alguno de sus regates, todos nos hemos peleado por coger el 10 en el reparto de camisetas en un vestuario...porque el 10 lo llevan muchos jugadores amig@s, pero el 10 por excelencia siempre va a ser el de Maradona.
Al mismo tiempo que la selección argentina y el Nápoles ganaban adeptos también iban creciendo las sombras en torno a la figura de Diego. Es verdad que su vida no fue ejemplar. Es posible que su entorno no fuera el mejor. Es más que probable que las decisiones que tomó no fueran las más acertadas. Pero, ¿sabéis que pienso? Pienso que el principal enemigo de Maradona fue el propio Maradona. Él fue el principal culpable y sobre todo la principal víctima.
Dice Galeano que "Maradona se convirtió en una suerte de Dios sucio, el más humano de los dioses. Eso quizás explica la veneración universal que él conquistó... Un Dios sucio que se nos parece: mujeriego, parlanchín, tragón, irresponsable, mentiroso, fanfarrón."
A mi aquello nunca me importó porque a mi me hacía muy feliz cuando estaba en un campo y ahí... ahí él era el número uno. Quizás podéis pensar que es lo normal a los ojos de un niño. El caso es que hoy, 30 años después, sigo sin juzgar a Maradona por lo que hacía en su tiempo libre. Y pienso así porque considero que el tiempo es lo más valioso que tiene el ser humano y cada uno lo consume como quiere. Él decidió gastar su tiempo y vivir su vida como a él le dio la gana. Él y solamente él fue quién condujo su destino. Y así es como creo que debe ser.
A Maradona siempre le ha acompañado un "pero" en su descripción, incluso ahora que ya no está. Le han dado palos, se han burlado y se han mofado de la sombra de lo que un día fue. Imagino que todas estas personas que lo hacen tienen un título que los capacita para juzgar a las personas por lo que hacen en su vida privada. Imagino también que todas estas personas están libres de pecado y pueden tirar la primera piedra, la segunda y la tercera. Me vais a perdonar pero yo me niego. No me veo capaz de juzgar a Maradona ni a nadie, sobre todo si esa persona es capaz de hacer que me enamore de un deporte tan bonito como el fútbol. Es por ello que mi hijo sólo sabe que Maradona es ese chico que jugaba tan bien al fútbol. No tiene que saber nada más.
Para mi Diego siempre ha sido aquel niño de Villa Fiorito que sale en el vídeo en blanco y negro dándole toques al balón con la cabeza, mientras dice que quiere ser campeón del mundo con su país. Ese chico capaz de irse de todo un equipo para meter un gol imposible. Ese caño, esa finta, esa gambeta. Esa vaselina desde fuera del área tras recorrerse la mitad del campo con el balón pegado al pie. Ese gol de libre indirecto por encima de la barrera a 13 metros de la portería. Ese jugador de dibujos animados, sin corsés, sin ataduras, sin rigores. Sólo talento al servicio del fútbol y del espectador.
Hay una tendencia actual a discutir si Messi o él son el mejor jugador de la historia. Es un debate muy manido, incluso cansino en ocasiones. Yo os voy a dar mi humilde opinión. Para mi forma de ver es totalmente absurda la comparación. Son dos jugadores diferentes en dos contextos totalmente diferentes. El fútbol actual poco o nada tiene que ver con el de los 80 o 90. Ni los equipos de los que formaron parte, ni los campos, ni los rivales a los que se enfrentaron, ni la preparación, ni los entrenamientos... Todo, absolutamente todo es distinto, así que me parece muy osado decir que uno u otro es mejor. Y más osado me parece querer desprestigiar la carrera de uno para querer elevar la del otro. ¿Acaso no podemos disfrutar de ambos sin más?
A medida que voy escribiendo me voy dando cuenta de la cantidad de cosas que podría contar sobre la influencia de Maradona en mi vida, como aquella vez que pude verlo en directo en mi campo, en Riazor. Era Febrero del 93 y recuerdo estar en cama con una gripe de caballo. Mi padre entró en la habitación por la mañana y me dijo:
- "Más te vale que te recuperes. Hoy viene Maradona y es posible que sea la única vez que lo veas."
No me recuperé, pero era imposible que me perdiera aquello. Me puse un pijama por debajo de la ropa y me fui con mi padre al campo. Y si, vi a Maradona en directo la única vez que vino a Coruña. Aquel partido pasó a la historia del fútbol por el famoso "al enemigo ni agua, pisálo" de Bilardo tras una patada del propio Maradona al bueno de Albístegui. Sin embargo en mi retina guardo otras 3 imágenes:
1. Maradona calentando con los cordones de las botas desatados.
2. Un tiro suyo desde la frontal del área que da en el poste de la portería de General.
3. Unas acrobacias con una lata de Coca-Cola antes de empezar la segunda parte.
Esto es lo bonito amig@s. Todos los que tenemos una cierta edad y amamos este deporte tenemos una historia que contar sobre Maradona. Es verdad que en ocasiones, en el campo, era irreverente, fanfarrón e incluso provocador. Pero tenía algo que no he vuelto a ver en ningún otro futbolista: un carisma fuera de lo normal, imposible de imitar. Nos ha dejado un poso, un legado que sólo está al alcance de los más grandes genios. Con el paso del tiempo hemos conocido muchos jugadores posteriores a él. Los ha habido buenos, mejores y excelentes. En el futuro seguirá siendo así, pero ninguno será como Diego Armando Maradona. Júzguenlo sólo por eso, por lo feliz que nos hizo a todos los amantes del fútbol. Él en su vida se equivocó y pagó, pero la pelota...la pelota jamás se mancha.
Te quiero Diego. ¡Buen viaje!
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