Los hijos de Arsenio

  No es fácil hablar de Arsenio. Al hacerlo la glotis se cierra y el corazón se encoge. Son sentimientos que muy pocas personas pueden provo...

 




No es fácil hablar de Arsenio. Al hacerlo la glotis se cierra y el corazón se encoge. Son sentimientos que muy pocas personas pueden provocar, solamente las elegidas. Allá por el mes de Marzo, en los días previos a la pandemia, el Ayuntamiento de A Coruña lo nombró hijo adoptivo de la ciudad. Fue su última aparición pública y no pudo hablar porque como dijo su nieto parafraseándolo "el abuelo está algo exigido". 


El día de Nochebuena el míster cumplió 90 años y el Ayuntamiento lo volvió a agasajar. Homenajes en vida, como debe ser. Tarde, pero en vida. No era justo que una figura de tal calibre tuviera simplemente un busto a las afueras del estadio. Esta vez se decidió en el pleno municipal que la ciudad deportiva de La Torre llevara su nombre. Si por nosotros fuera, los hijos de Arsenio le habríamos puesto su nombre al mismísimo faro. Allí, en esas instalaciones a los pies del monumento más representativo de la ciudad fue donde el Zorro de Arteixo forjó un equipo de leyenda que hizo cambiar la historia del Club para siempre.


Nuestros padres y nuestros abuelos vivían acostumbrados a las penurias de este Club. Habían sido muchos más los fracasos que los éxitos los que les había ofrecido el equipo de su corazón a lo largo de la historia. No era fácil ser del Dépor por aquel entonces. Quizás ese hastío constante provocaba que aquellos aficionados arremetieran y exigieran más de la cuenta día si y día también. Arsenio, como hombre de la casa al que no se le pasaba ni una, también fue objetivo de la grada y de la prensa. Él aguantaba estoicamente todas aquellas embestidas, incluso las que procedían desde el vestuario o desde la junta directiva de turno.


Arsenio dejó de contar para el club unas cuantas veces. Nunca rechistó. Ni una palabra más alta que otra. Al cabo de un tiempo el teléfono de su casa de Arteixo volvía a sonar. Era su "Deportiviño" pidiendo ayuda. Sin un mínimo atisbo de rencor ni de reproche, él siempre volvía a casa cuando venían mal dadas.


Nosotros, los hijos de Arsenio, aquellos chavales nacidos en las décadas de los 60, 70 y 80 y que poblábamos las gradas de General y Especial Niños lo teníamos claro. Él tenía que ser el hombre que representase al equipo en aquella época. No ya por su sabiduría, que también, sino por sus valores y sobre todo y por encima de todas las cosas, por su deportivismo.


Quizás por una alineación astral o por alguna pócima elaborada por el Bruxo aquel equipo ramplón nos empezó a hacer soñar a finales de los 80. Primero Arsenio nos rescató una vez más, del barro de la Segunda B y de una más que probable desaparición del Club. Aquel gol de Vicente "cuando no había ni tiempo para respirar" fue el germen de todo lo que vino después.


Posteriormente llegaron las semifinales de Copa contra el Valladolid y el ascenso frustrado contra el Tenerife. Nada nuevo para el Dépor, un club condenado históricamente a "cagarla" en los momentos decisivos en los que no se puede fallar. Tuvimos que quemar la cubierta de la grada de Preferencia para poder regresar a Primera al año siguiente. Como el propio míster dijo "queimamos o meigallo". Muchos de los hijos de Arsenio íbamos a ver, por primera vez, a nuestro Dépor en Primera.




Para aquella nueva aventura en la máxima categoría el club confió en Marco Antonio Boronat. ¿Sábeis lo que pasó verdad? El míster respondió una vez más a la llamada desesperada del club y salvó al equipo de regresar a Segunda en una promoción de infarto contra el Betis. Cómo dicen los chavales de hoy en día Arsenio ya era nuestro padre. 


La temporada siguiente, con 62 años, cogió un equipo que conjugaba retales de los clubs grandes con dos fichajes brasileños recién llegados a la liga española El resultado no pudo ser mejor. Con trabajo, humildad, orden y talento como los puntos cardinales en los que apoyar su proyecto, Arsenio nos hizo soñar todavía más alto. Acababa de nacer el Súper Dépor y comenzaban los tiempos de vino y rosas. Por fin vimos sonreír a nuestros padres y abuelos. Los pitidos se convirtieron en aplausos y las pesadillas en sueños confortables.


En aquellos 3 años de Súper Dépor Arsenio nos enseñó a ganar y a disfrutar, algo impensable en estas latitudes. Su voluntad siempre fue estar alejado de los focos pero lo que hacía con su equipo no pasaba desapercibido. El Dépor empezó a tutear a los grandes y las ruedas de prensa de Arsenio se colaban ya en los medios de comunicación nacionales. Siempre una enseñanza, siempre una reflexión acertada con aquella retranca tan nuestra. Aquel señor canoso estaba haciendo historia con su grupo de chavales. Ese grupo al que controlaba todo: lo que comían, cuanto vino tomaban, las horas que dormían... Al fin y al cabo aquellos chicos también se convirtieron en los hijos de Arsenio.


En este club nada es fácil. ¿Os acordáis cuando os dije que el Deportivo la suele "cagar" en los momentos trascendentes? Pues esta vez también pasó y Arsenio lo adelantó horas antes con aquel "cuidado con la fiesta que te la quitan de los fuciños". El Dépor no fue capaz de meter un gol de penalti en el último minuto del último partido y perdió una Liga empatado a puntos con el campeón. ¿Qué hizo el míster? Dar una master class de dos minutos de cómo se debe afrontar la derrota más dolorosa de nuestra vida. Y si, se acordó de nosotros... Esos niños y jóvenes que él había visto tan ilusionados en los días previos al partido y que él sabía que nos podían desilusionar. Era su forma de consolarnos y de agradecernos todo el apoyo. Aquella rueda de prensa pasará a la historia del deportivismo y del fútbol español.




Aquel equipo obtuvo su recompensa al año siguiente en una final histórica de Copa del Rey que tuvo que suspenderse cuando se cayó el cielo de Madrid sobre nosotros. Igual que el día del ascenso con el fuego, esta vez nos salvó otro elemento natural cuando peor lo estábamos pasando. El Dépor jugó tres días después los 11 minutos que restaban de partido. Le sobraron 10, pues a los cincuenta y tantos segundos ya se habían adelantado para hacernos campeones de algo por primera vez en la historia.


Fue el broche final soñado, idílico, perfecto, de película...Él inició el camino de los éxitos que vinieron posteriormente. Él puso la primera piedra y nosotros, sus hijos, no lo olvidamos y le estaremos eternamente agradecidos, porque como cantaban los Diplomáticos de Monte Alto en su oda al míster "non hai Dépor sen Arsenio, nin Arsenio sen Deportivo".


Como decía al principio es muy difícil hablar de Arsenio sin que se te encoja el corazón. Como aquella vez, allá por 2016, que el Bruxo saltó al campo de Riazor para recibir un merecido homenaje por parte del club y de todos los aficionados que ese día llenábamos el estadio. Allí estábamos sus hijos, los hijos de Arsenio, convertidos en padres y algunos en abuelos, aplaudiendo sin descanso con la "gallina en piel" y enjugándonos las lágrimas porque sabíamos que aquella sería la última vez que coincidiríamos con él en el sitio en el que tan felices nos hizo.




Arsenio, sé que nunca sabrás de este pequeño homenaje que te tributo desde mi humilde escritorio, pero siento que debía hacerlo. Has dejado una huella imborrable en todos tus hijos que perdurará hasta el fin de nuestros días, porque tu legado va mucho más allá del fútbol, del deporte o de la cultura. Has dejado una impronta sin igual en nuestros corazones y eso nadie lo podrá cambiar porque pasen los años que pasen "para nós sempre serás o mellor".

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